Vaguadas
Siempre termino comprando un mechero. No sé por qué demonios ando deambulando por los madriles con un paquete casi lleno de Chester pero sin nada con qué encenderlo; mucho que ofrecer y poco para tomar.
Al final, a estas horas, he tenido que meterme en el bar de Joaquín Luqui. Ha perdido todo su encanto; primero porque se echa de menos a aquella camarera de Vallekas con k, que es más radical- que te contaba su vida amorosa con un hombre casado, 20 años mayor que ella y que le hacía mucho de sufrí, niña.
Por otra parte, el hueco vacío de señor con pelo a lo Einstein y un periódico abierto de par en par, sigue respetándose, como las cenizas de Amador en la barra del bar.
Sigo sin poder encenderme un pitillo, pero la abstracción me aparta el mono, o quizás sea la pereza de levantarme de esta mesa de mármol que me refresca los brazos.
Y ahora que me doy cuenta... ¿por qué le llamamos a veces madriles? Bueno, quizás sólo lo diga yo, al menos de manera asidua. Puede que sea porque para mí es muy grande; porque está lleno de cositas buenas. Sólo hace falta sentarse en un banco o en un bar y mirar a la gente. Su ritmo, a veces acompasado con la intermitencia de un semáforo con el muñequito en verde.
(Segunda parte en breve...)
Al final, a estas horas, he tenido que meterme en el bar de Joaquín Luqui. Ha perdido todo su encanto; primero porque se echa de menos a aquella camarera de Vallekas con k, que es más radical- que te contaba su vida amorosa con un hombre casado, 20 años mayor que ella y que le hacía mucho de sufrí, niña.
Por otra parte, el hueco vacío de señor con pelo a lo Einstein y un periódico abierto de par en par, sigue respetándose, como las cenizas de Amador en la barra del bar.
Sigo sin poder encenderme un pitillo, pero la abstracción me aparta el mono, o quizás sea la pereza de levantarme de esta mesa de mármol que me refresca los brazos.
Y ahora que me doy cuenta... ¿por qué le llamamos a veces madriles? Bueno, quizás sólo lo diga yo, al menos de manera asidua. Puede que sea porque para mí es muy grande; porque está lleno de cositas buenas. Sólo hace falta sentarse en un banco o en un bar y mirar a la gente. Su ritmo, a veces acompasado con la intermitencia de un semáforo con el muñequito en verde.
(Segunda parte en breve...)
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