Revolucionaria

Entré en una buhardilla llena de pinturas, lienzos y telas; era difícil andar por ella sin tirar nada. Serpenteando entre tal barullo, llegué a mi destino. Me acompañaban dos hombres que debían llevarse la obra. La saqué de detrás de unas cuantas maderas y allí mostré, sin pudor alguno, la figura de aquella mujer desnuda y representada hasta el inicio de su pubis, el cual recatadamente se había dejado de pintar tan sólo a unos centímetros de su vello.
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