Hoy (noche del domingo al lunes) he tenido una pesadilla. Esta vez se trata de un sueño de lo más realista o posible, en el sentido de que no hay fenómenos extraños o para-normales.
Era mi primer día de trabajo en unas grandes oficinas. Me había recomendado mi amigo Dani, que trabajaba allí. Mi labor no era muy concreta. Tenía una mesa, un teléfono, un ordenador y una silla de cuero con ruedas. La mesa de trabajo estaba al lado de una gran ventana, con unas vistas maravillosas y un estor de tiras metálicas.
Yo llegaba con ropa muy incómoda, pero elegante; lo típico en estos trabajos: una blusa, una falda recta y una chaqueta, muy clásico.
Estaba muy cortada y aterrada. Me sentía insegura e incapaz de desempeñar bien el trabajo. Mi amigo Dani me acompañó hasta mi mesa. Según íbamos avanzando por los pasillos y entre otras mesas, todo el mundo me miraba y cuchicheaba. El pánico me abordó completamente.
Tras un fade to black, recuerdo a los compañeros criticándome, cotilleándome mis escritos más íntimos -que no sé qué hacían allí- cada vez que me levantaba a algún sitio.
Salí corriendo de allí llorando, desesperada, subiendo un montón de escaleras para llegar al despacho de Dani. Entré sin llamar y me abracé a él. Dani se quedó anonadado y me intentó tranquilizar diciéndome que todo se arreglaría, que hablaríamos con el director.
Fuimos al despacho del jefe jefazo. Dani se sentó a parte como para no intervenir- en un sofá, y yo en una silla, frente al director. Le expuse muy firmemente el problema e intenté promocionarme haciendo alarde de mis cualidades laborales. El director asentía, asombrado por mis argumentos inapelables, pero... finalmente terminé llorando, diciéndole que no había sufrido nunca una humillación igual. El hombre propuso que diésemos un paseo. Salimos los tres y anduvimos por los alrededores del gran edificio. Estaba rodeado de jardines y fuentes. El aire fresco me sentó bien pero, de repente, empezó a hacer un calor muy sofocante. Yo ya no llevaba esa ropa, sino un vestido muy veraniego, corto y con tirantes. Nos sentamos en el borde de una de las fuentes. Dani y el director metieron los pies en el agua y yo hice lo mismo. Estaba más relajada y riéndome con Dani, pero, de pronto, el director venía nadando hacia mí. Yo tenía el vestido algo húmedo por los salpicones del surtidor central y me sentía bastante incómoda por las formas tan marcada que dejaban entrever mi vestido. El hombre se acercó hasta mis piernas y me las abrió. Apoyaba sus manazas en mis rodillas, mientras su cuerpo flotaba en el agua. El pánico me invadía. Me he despertado. Menos mal. Lo he pasado fatal.
Acabo de terminar de escribir en mi cuaderno la pesadilla de ayer. Hoy (noche del lunes al martes) no puedo dormir. Me he metido en la cama sobre las 23.45 y he leído un poquito más de Alonso Quijano. A las 0.15 me invadía el sueño. He apagado la luz y he intentado dormirme pero... no ha sido así. De repente, estaba como una rosa y dando vueltas como una croqueta empanándose, con los ojos como platos (qué culinario). He intentado contar ovejas, pensar en una peli, inventar una novela y nada. Me he puesto a pensar en uno de los acertijos que me dijo Miguel. Me estaba escudriñando los seso y de pronto (!)... bombilla. Le mando un mensaje, dos, para ser más exactos, intentando explicar qué hago con las bolitas y los botecitos. Termino el mensaje y me arropo hasta las orejas (auditivas) con una sonrisilla en plan Gioconda. Ya me voy a dormir zzzzz, pienso.
Pues no. Recibo un mensaje: fatal error ahhhhhhhhhhh ¡Ya sí que no pego ojo! No es la solución. Me cabreo, ya no por no haber dado en el clavo, sino porque no puedo dormir y las consecuencias de eso son que mañana tendré sueño y no podré estudiar. Enciendo la luz. No sé qué hacer. Si poner la 2 o verme Intacto otra vez. De momento estoy escribiendo, con mi pilot rojo, en mi cuaderno. Miro hacia un lado, y vuelvo a ver a Nosferatu. Hoy sí que me hace gracia, porque me recuerda a un anuncio de un coche en donde la gente se quita las gafas fashion de sol y tiene los ojos como los faros del coche. Pobre conejito, si es que los tiene igual... habrá que pensar en una demanda por plagio. Miro hacia mi mesa; llena de kilos y kilos de papel, entre otras cosas, está tan cargada que crea horror vacui, pero en el fondo es tan triste como una pata de jamón en las últimas, a la cual te aferras como si fuera el último hilo de tu vida. Estoy empezando a divagar y a ver estrellitas de colores cada vez que parpadeo. Intentaré dormir. Apagaré la luz. Buenas noches (?). 1.50.
PD: me volví a levantar y estuve viendo South Park.