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Jana en las lianas 3

Jana en las lianas 3 Otra aventura más en mi cole, pero ésta no hace tanta gracia, por lo menos a mí.
Tendría yo unos siete años. Estaba en segundo de EGB. Me encontraba en la clase de matemáticas impartida, por supuesto, por la señorita María Luisa. El ambiente que se respiraba en el aula, la mayoría de las veces, era de pánico. Siempre estábamos en tensión, con las manos sudorosas y la mirada escondida en el libro, cabizbajos, a veces hasta rezando a un dios del cual no éramos nada devotos, haciendo promesas a Santa Rita o a la virgen María, para que no nos llamase con su voz marujil, cual miembro de la Trinca disfrazado de mujer con bata guateada y con rulos en la peluca. Faltaban puede que un par de minutos para que sonara el timbre. Casi feliz por haberme librado, a punto de saltar de gozo... sonó mi nombre, con su voz de Caballé. Mis esfínteres se relajaron según me acercaba a su mesa, llegando a caer un par de gotas en mis bragas. El miedo era mi expresión más absoluta.
Llegué a su mesa. Ella sentada, con su edding 1200 de color rojo y un cuaderno de cuadros con una resta (encima de las de llevar). Yo blandía mi lápiz staedtler de rayas amarillas y negras, bien afilado. Me situé a su izquierda, en uno de los extremos más cortos de la mesa rectangular. Acerqué mi vista a la operación y, de pie por supuesto, comencé a restar. Mis números salían temblorosos. Tenía miedo a equivocarme. Acabé la resta y justo sonó el timbre. Suspiré por dos cosas: primero porque parecía ser que la había hecho bien y, segundo porque en caso de haberme equivocado, había sonado el timbre y me había librado. Pero... antes de que terminase el sonido de la campanilla sobre el círculo de metal ¡zas! A la vez que me golpeaba con toda su manaza en la cabeza dijo: “¡zoquete!”. Mi cabeza se fue hacia el lado izquierdo por el golpe, pero por la inercia volvió hacia el derecho. Yo tenía los codos apoyados sobre la mesa y mi mandíbula estaba apoyada sobre las palmas de mis manos. En la mano derecha tenía aún el lápiz afilado, apuntando a mi oído. Cuando mi cabeza hizo ese movimiento involuntario, la punta del lápiz se introdujo dentro de mi oreja.
Después de pegarme, de su insulto preferido, me dijo que continuaríamos con la resta por la tarde, porque la había hecho mal. Todo el mundo recogía sus cosas y yo volvía a mi sitio con muchas ganas de llorar. Noté que algo líquido descendía por mi cuello, me toqué y era sangre. Se lo dije a mi compañera y mis amigas exclamaron un “¡haaaaala!”. Yo les dije que se callaran, aunque insistían en que le dijese a la profesora lo que me había hecho. No lo hice.
A la salida estaba esperándome mi abuelo. Me agarré a su mano. Comenzamos a andar. Yo muy callada. Íbamos por la acera. Mi abuelo siempre daba grandes zancadas y yo siempre tenía que corretear un poco a cada dos pasos que daba. De repente, miré hacia la acera de enfrente y vi que íbamos casi a la par que la señorita María Luisa. Miré hacia arriba, hasta la calva de mi abuelo; él tan grande, fuerte e invencible para mí... y se lo dije. Le dije que tenía sangre y que me lo había hecho la señorita María Luisa. Mi abuelo se cruzó de acera, encendido, muy enfadado y le increpó. Nunca había visto a la señorita María Luisa tan blanca, humillada por lo que le había hecho a una niña, disculpándose, pidiéndome perdón, ¡a mí!
Me agarré a la mano de mi abuelo otra vez y fui todo orgullosa, casi esbozando una sonrisilla. Ya no me dolía el oído, incluso dejé que la sangre se me secara, en lugar de limpiármela, hasta llegar a casa, para contar lo que había pasado y decir que mi abuelo era el único que podía vencer a la señorita María Luisa.

Mi oído está sano. No pasó nada. Por la tarde no fui al cole. La profesora llamó a mi casa por la noche porque estaba muy preocupada por mí.

Lo mejor de todo, que me libré de la resta.

PD: “zoquete” es para mí una palabra despreciable, de los peores insultos. Me cansé de escucharla miles de veces durante cinco años de mi vida; a veces dirigida a mí, otras a los demás niños de mi clase.

Zoquete: pedazo de madera corto y grueso, que queda sobrante al labrar o utilizar un madero// Persona fea y de mala traza, especialmente si es rechoncha// Persona tarda en comprender. (DRAE)

7 comentarios

jorge q -

ERAS y SERAS UNA ZOQUETE!

Zapp -

Se ha quedado perdida en otra dimension

Cielo Vacio -

¿Donde te has metido? Estas missing....

pricher -

Esa me la sabía, era de las buenas, y para todos que os sorprendeis de la nitidez de la memoria de esta niña, solo decir que eso es poco, es capaz de recordar mas nitido y mas claro. Y cada vez más. Esta chica es una autentica maravilla! Gracias por todo Jana.

Zäpp -

Leer esta historia me ha traido montones de recuerdos de mi cole. Mas que nada porque mi madre era mi maestra, y me daba unas hostias...

Cielo Vacio -

Me ha impresionado mucho esta historia. Me da mucha rabia que toda esa gente no haya pagado sus pecados.

un saludo, jana

Joy -

Me impresiona mucho la nitidez con la que recuerdas cada detalle, yo tengo vagos recuerdos de cosas parecidas, pero tu recuerdas cada detalle. Todos tuvimos algun profesor ``coco´´ en el colegio, algun dia te contare mis experiencias. Tal vez jugando un Trivial? ;)
Un beso muy fuerte