Jana en las lianas 1
Recuerdo muchas anécdotas del cole...sí que me marcó eh? Jajaja. Ésta fue una movida bastante tocha, teniendo en cuenta lo pudorosos y estrictos que eran en el Pardo Bazán.
Tuve dos líos de faldas...no os equivoquéis pensando mal... Fue, por algo así como enseñar las piernas. Hoy contaré sólo una de esas dos anécdotas.
Me encontraba en una clase de plástica. La señorita María Luisa había dicho que no se podía levantar nadie de su sitio. Llegó la señorita Esperanza, gran amiga de mi profe, y se pusieron a hablar de sus cosas (bla, bla, bla). Mi amiguita Mónica y yo necesitábamos pegamento. Yo estaba todo el rato intentando encontrar una pausa entre las dos cotorras para pedir permiso...pero no paraban, entonces decidí levantarme a por el pegamento. Me dirigí sutilmente hacia el final de la clase, que era donde se encontraba el armario, iba casi de puntillas cuando de repente su voz retumbó llegándose a oír hasta la glorieta de Embajadores. Casi me orino encima. Ni siquiera había llegado al armario, me di media vuelta e intenté explicarle que necesitaba el pegam... No me dejó acabar. Nos castigaron a Mónica y a mí (la pobre pagó también el pato).
El castigo no fue de los peores; nos quedamos sin recreo, en un pasillo con suelos de mármol, grandes ventanales y puertas grises. Cada una en una punta, sin apoyarse en la pared ni mucho menos sentarse. En medio de esa media hora de recreo, en un pasillo en donde el eco se mofaba de nuestra conversación susurrada y el aburrimiento nos invadía, se me ocurrió la feliz idea de hacer el pino... Primero Mónica, luego yo,... y así alternando, a ver quien duraba más. La dos llevábamos sendas faldas de tablas, ya sabéis, escocesas y unos leotardos bien tupiditos, no de los calados. Los de Mónica no los recuerdo, pero los míos sé que eran rojos (qué mona, tan conjuntada). Todo transcurría de forma muy amena y divertida hasta que... como, era lógico, nos pillaron. Apareció la señorita María Luisa (que además era la directora del centro) con su bata blanca y su voz de maruja con rulos. Esta vez creo que se me salió el chorrito. Qué miedo. Nos dio una bofetada a cada una que me dejó un par de días sorda de un oído. El castigo era inminente. Después de llevarnos al despacho y hacernos sentir moralmente mal por escandalosas y descaradas (sólo teníamos 8 años!), tras una larga meditación y examinación la pena fue de.... una copia de mil veces con el siguiente texto: No volveré a hacer el gamberro en los pasillos. No volveré a hacer el gamberro en los pasillos. No volveré a hacer el gamberro en los pasillos. No volveré a hacer el gamberro en los...
Ya llevaba unas cuantas, unas doscientas o así y, encima, escondiéndome en casa porque no quería que se enteraran mis padres. Hasta que al final, mi padre lo vio. Le expliqué todo y dijo que esa tía estaba loca, que parara de escribir, que con lo que ya llevaba era más que suficiente. Así que se presentó al día siguiente en el cole y llevó mi copia bla bla bla... Por una vez vi a mi padre como un auténtico héroe. Me salvó de la quema!
Tuve dos líos de faldas...no os equivoquéis pensando mal... Fue, por algo así como enseñar las piernas. Hoy contaré sólo una de esas dos anécdotas.
Me encontraba en una clase de plástica. La señorita María Luisa había dicho que no se podía levantar nadie de su sitio. Llegó la señorita Esperanza, gran amiga de mi profe, y se pusieron a hablar de sus cosas (bla, bla, bla). Mi amiguita Mónica y yo necesitábamos pegamento. Yo estaba todo el rato intentando encontrar una pausa entre las dos cotorras para pedir permiso...pero no paraban, entonces decidí levantarme a por el pegamento. Me dirigí sutilmente hacia el final de la clase, que era donde se encontraba el armario, iba casi de puntillas cuando de repente su voz retumbó llegándose a oír hasta la glorieta de Embajadores. Casi me orino encima. Ni siquiera había llegado al armario, me di media vuelta e intenté explicarle que necesitaba el pegam... No me dejó acabar. Nos castigaron a Mónica y a mí (la pobre pagó también el pato).
El castigo no fue de los peores; nos quedamos sin recreo, en un pasillo con suelos de mármol, grandes ventanales y puertas grises. Cada una en una punta, sin apoyarse en la pared ni mucho menos sentarse. En medio de esa media hora de recreo, en un pasillo en donde el eco se mofaba de nuestra conversación susurrada y el aburrimiento nos invadía, se me ocurrió la feliz idea de hacer el pino... Primero Mónica, luego yo,... y así alternando, a ver quien duraba más. La dos llevábamos sendas faldas de tablas, ya sabéis, escocesas y unos leotardos bien tupiditos, no de los calados. Los de Mónica no los recuerdo, pero los míos sé que eran rojos (qué mona, tan conjuntada). Todo transcurría de forma muy amena y divertida hasta que... como, era lógico, nos pillaron. Apareció la señorita María Luisa (que además era la directora del centro) con su bata blanca y su voz de maruja con rulos. Esta vez creo que se me salió el chorrito. Qué miedo. Nos dio una bofetada a cada una que me dejó un par de días sorda de un oído. El castigo era inminente. Después de llevarnos al despacho y hacernos sentir moralmente mal por escandalosas y descaradas (sólo teníamos 8 años!), tras una larga meditación y examinación la pena fue de.... una copia de mil veces con el siguiente texto: No volveré a hacer el gamberro en los pasillos. No volveré a hacer el gamberro en los pasillos. No volveré a hacer el gamberro en los pasillos. No volveré a hacer el gamberro en los...
Ya llevaba unas cuantas, unas doscientas o así y, encima, escondiéndome en casa porque no quería que se enteraran mis padres. Hasta que al final, mi padre lo vio. Le expliqué todo y dijo que esa tía estaba loca, que parara de escribir, que con lo que ya llevaba era más que suficiente. Así que se presentó al día siguiente en el cole y llevó mi copia bla bla bla... Por una vez vi a mi padre como un auténtico héroe. Me salvó de la quema!
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Steam Man -
Esto que cuentas es buenísimo, se me ocurre escribir un corto, pero claro con algo mas de arte cinematográfico, mas ... "El milagro de P.Tinto"